miércoles, 26 de noviembre de 2014

Passiflora Edulis.

-          Ai hija, solucioné el problema del aburrimiento con acción, incrustando pasión a todo aquello que tenía cerca y hablando con desconocidos.
-          ¿Cómo?
-          Ya hablaremos mañana, ahora es hora de dormir, cariño.
Apagó la lamparita de mi mesita de noche y cerró la puerta llevándose consigo el confort de la claridad de la sala de estar plasmada en el suelo, que fue disminuyendo de ángulo hasta desaparecer por completo. Estaba íntegramente a oscuras, como desnuda de luz, y dudé si había cerrado los ojos o aún tenía los párpados alzados. Recapacité sobre la frase que mi abuela había dejado escapar con dejadez, arrebatando de aquellas palabras la carga emocional que podría afectar a una joven con dieciséis años, como tenía yo aquella noche de junio con las sábanas untadas en la piel.
Me levanté por la mañana con el estómago cogido en un puño, no había dormido bien. Mi abuela preparaba el desayuno. El olor a mermelada de fresas me recordaba a mi madre que se fue, como por arte de magia, cuando yo era lo suficientemente pequeña como para no cuestionarme su ausencia. Acepté, acepté, acepté igual que cuando marchó mi padre, igual que cuando el mago sacó de su chistera un conejo el día de mi cumpleaños. Acepté y poco más.
Mi abuela me dio el beso de buenos días y me plantó las dos rebanadas de pan encima de la mesa. Me senté desganada tocándome el vientre con la mano derecha intentando, inútilmente, recolocar mis órganos desordenados por la sensación extraña que dejó mi abuela ambientando la habitación la noche anterior.
-          ¿No comes pequeña?
-          No tengo hambre…
Mi abuela se giró con una especie de sonrisa victoriosa sin que hubiera nada que ganar y calló.
-            Abuela, ¿y mi madre?
La sonrisa triunfante pasó a mueca de aflicción y lo único que me dio respuesta fue el ruido de la taza de café cayendo al suelo. Se precipitó para recoger rápido los restos de cerámica que se habían esparcido por toda la cocina. Me pidió disculpas y se marchó cerrando la puerta y alejando sus pasos cada vez más ágiles y menos sonoros.
Pasé aquellos dieciséis años sin sobresaltos, sin cuestiones trascendentales y las arritmias fuertes del corazón fueron producidas por situaciones tan cuotidianas como la compra del pan o la ducha matutina. Aquella mañana, sin embargo, miré a mi abuela y anhelé saber si mi madre se parecía a ella, o yo me parecía a mi madre, porque al fin y al cabo salí de su vientre, cosa que incomprensiblemente no recapacité hasta aquel momento.
Y como en todas las historias donde se habla de juventud, el tiempo pasa y yo conduje los meses siguientes con la frase nocturna que mi abuela me había introducido en el cerebro sin hacer herida al perforar. Intercambié los minutos aburridos por acciones, incrusté pasión a todo aquello palpable o invisible, pero que yo sentía cerca, y hablando con desconocidos asistí a infinitos encuentros furtivos donde me fundía con cuerpos destapados en camas desvestidas. El amor no llamó a mi puerta; piqué con los nudillos a infinitas de estas para tropezar con él, pero todo se reducía a confusiones sexuales e inexactitud de pasos que avanzaban directos a ningún objetivo. Aquello me gustaba. Y los meses se convirtieron en un par de años, con la yema de los dedos gastada de tantos timbres ajenos.
Siguiendo el círculo vicioso de los calendarios, me volví a dejar caer en la mesa de la cocina una mañana de junio, y la pregunta, que se había quedado estancada en el aire, descompuesta por el paso del tiempo, me hizo sentir su olor casi marchito y la dejé salir de entre mis labios demostrando que las dudas nunca caducan:
-          Abuela, ¿Y mi madre?
Descansó la barbilla entre sus manos enlazadas. Era muy común en ella aquella posición con los codos clavados en la mesa y las manos abrazadas intercalando meñique, pulgar y corazón. La costumbre del rezo obligatorio en las escuelas, he supuesto siempre. Hizo una respiración profunda, admitiendo la derrota que inevitablemente esperaba y comenzó a desbocar palabras guardadas a presión:
-          ‘’Ai hija, solucioné el problema del aburrimiento con acción, incrustando pasión a todo aquello que tenía cerca y hablando con desconocidos’’. Todo empezó igual que hace dos años. Ahora lo recuerdo en paralelo: una noche de junio, mi hija en la cama y yo dejando escapar esta cita. Ojalá la hubiera escrito en el aire con tiza para poder borrarla, pero hay palabras que pesan demasiado para que el aire se las lleve, de esto me di cuenta la mañana en la que tú me preguntaste sobre el paradero de tu madre. Ella marchó mucho tiempo atrás, cuando naciste. Sólo te pido que no la culpes, que la culpa sólo es fruto de la represión. Ella quiso jugar con mis palabras de la misma manera que tú…Vamos, no creas que no me doy cuenta de tus idas y venidas, de tus manos llagadas por experiencias nocturnas. No te sonrojes, nunca debes avergonzarte de aquello que haces por placer y con libertad.
Yo me quedé mirándola, intentando entender la introducción de lo que parecía un relato. Pausó el ritmo de la narración, me miró y me agarró la mano suavemente. En sus ojos no había compasión ni transcendencia, sólo ganas de hacerme entender.
-          Tu madre tuvo que hacer las maletas, no para olvidar, sino para sentirse libre. La quisieron encerrar en una jaula con sólo dieciocho años por el simple de hecho de no evitar lo inevitable. ¿Para qué acaso tenemos nuestros cuerpos?
Miró dentro de ella y sonrió.
-          Tenía los ojos de agua, el pelo como llevado por el viento y su piel olía a maíz con miel, era como una ninfa salida de la tierra húmeda y la intentaron clavar en el asfalto. La obligaron a ser la mujer que ella no quería ser. Ella no quería llamarse madre pero la dejaron sin elección. No pudo soportar la presión, se habían filtrado en su piel demasiadas lágrimas y aquello no era vida para ella. No la culpes, nadie puede cortar las alas de un alma libre y ellos lo hicieron.
-          ¿Marchó cuando yo nací?

-          Marchó cuando se dio cuenta de que le habían arrebatado su propio cuerpo. 

Tercer premi en castellà al concurs de relats breus per a dones Joana Raspall 2014

lunes, 3 de noviembre de 2014

Tragedias íntimas de una mujer



He vuelto a casa oliendo a leche de burra. Me imaginé siendo Cleopatra.

He vuelto a casa oliendo a Chanel nº 5. Me imaginé siendo Marilyn Monroe.

Cuando volvía siempre pensaba en olores. Ni un atisbo de color, de forma, de piel con piel, sólo perfumes parisinos o mierda de caballo. Sólo café o pintura esmaltada. Aquello era lo que quedaba de mis idas y venidas, sensaciones vaporosas que no demostraban nada a nadie.

He recorrido medio mundo durante esta media vida ya cargada a mis espaldas y nunca traje conmigo banderas estampadas ni  recetas copiadas a mano; sólo, tal y como le digo, fragancias.

He venido a verle porque durante estos últimos meses ya no detecto ni el olor a cebollas de mi cocina y sin olfato no hay viajes… ¿lo comprende?
Supongo que mis fosas nasales se han ensanchado tanto que los olores pasan de largo.
Nunca sabré, entonces, a qué coño huele Berlín.





domingo, 19 de octubre de 2014

No te'n riguis de mi.

-No tinc temps per estimar-te- em va dir. En aquell moment em va donar l’esquena, jo encara no plorava.
Me’l vaig quedar mirant però no el veia, només sentia amb els ulls les seves passes allunyar-se. Va dirigir-se a la porta sense dedicar-me una última mirada d’aquelles que queden bé cinematogràficament, la va obrir, la va tancar darrere del seu abric i adéu. Que què vaig fer? Acabar-me la tassa de cafè que encara vaporava. No sentia ni una espurna de dolor, només un buit interior que em va despertar la gana, però era divendres i només ens quedava cafè a la despensa. El lavabo encara feia olor a xampú evaporat per l’aigua calenta i llavors vaig veure l’escrit enganxat al mirall:” No te’n riguis de mi”. Havia decidit dedicar el seu temps a estimar-se a ell i em va esborrar del seu mapa emocional.
Ha estat culpa meva.

viernes, 29 de agosto de 2014

MUJER PERENNE


·En octubre me gusta hojear los libros. No los leo, simplemente juego con los dedos creando remolinos con las páginas. Intento mezclar los números de la parte inferior e imaginar títulos para cada uno de los capítulos.


· En enero prefiero memorizar las tapas de los libros. Las estampaciones, las letras grabadas y la textura del polvo. Digamos que las congelo en mi memoria como obras de arte en miniatura.


· En abril entro cada mañana a mi librería. Bien temprano, dejando que el sol me descubra como la primera mujer plantada en la Tierra. -Soy Eva- pienso, me miro el ombligo para deshacer esta idea y me pongo manos a la obra.
Cojo una a una todas las novelas escritas por personas ya difuntas. Las abro y las dispongo aleatoriamente por todo el piso. Libros abiertos se convierten en flores, y hago entrar a la primavera. También descubro un cementerio donde no dejo enterrar a los artistas que alguna vez fueron o que alguna vez escribieron.


· En diciembre envuelvo con papel estampado miles de cajas rectangulares. A veces las relleno de papel higiénico o algodón mojado para no desvelar la ligereza propia de una caja vacía. Ojalá en los films utilizaran mi técnica, estoy harta de ver maletas huecas en manos de personajes que no tienen ni la decencia de guardar en ellas su credibilidad. Volviendo a las cajas… después de envolverlas y decorarlas con lazos de papel sedoso, las regalo. Hago creer a la gente que son libros, novelas, biblias y demás. Cuando las personas reciben textos, enciclopedias, volúmenes, libros en general, se sienten inteligentes y me gusta aumentar niveles intelectuales ficticios. Ficticios.



·Acaba el año y me doy cuenta que no he leído ni una sola línea. Posiblemente lo único que me pasa es que no sepa leer. 

viernes, 1 de agosto de 2014

STOP BOMBING

Ella me dicta porque aún no sabe escribir. Él me maúlla porque aún no ha aprendido a hablar, sólo le dio tiempo a reconocer los ruidos de algún gato callejero que dejaba pasar las noches debajo de su ventana.  Ella únicamente me grita, porque nunca tuvo la oportunidad de hablar rodeada de silencio, sin forzar las cuerdas vocales. Él llora, es lo que aprendió al nacer y los años pasaron, pero no había nada más que expresar, sólo miedo, hambre y sed. Ya no están.

‘’ Si quiere, señor, puedo convertirme en piedra, así podrán esconderse mis hermanas. Si quiere, señor, puedo convertirme en agua, en refugio. Le pido que me obligue, que haga conmigo como está haciendo ahora, oblígueme, conviértame en río, en pozo, en plato de comida.  Ha tenido la decencia de convertirme en víctima, en cadáver, en un cuerpo moribundo, en huérfana y en viuda, ¿Por qué no se encapricha en obligarme a ser otra cosa? Incluso me volveré metralleta o arma blanca, pero al menos que mi madre pueda defenderse. Me convertiré en ambulancia u hospital, si usted quiere, es para mi padre. ‘’

‘’ -¿Por qué mi casa ahora es solo piedra y polvo? ¿Por qué las vidas son jugadas a destajo por ludópatas de la muerte? ¿Por qué? ¿Por qué mi hermana ya no está en casa, por qué está muerta y ni yo misma puedo enterrarla? ¿Por qué no me habéis dado la oportunidad de crecer un poco más, de entender toda esta historia? ¿Y mi padre? ¿Por qué mi madre me abraza a todas horas? ¿Por qué me tapa los oídos, consciente que el ruido de las bombas llega hasta el rincón más íntimo de nuestro cuerpo? ¿Por qué las luces del cielo no son estrellas fugaces, ni ovnis, ni fuegos artificiales? ¿Por qué? ¿Por qué mis vecinos, que ya no son vecinos, gritan que el resto del mundo nos da la espalda? ¿Por qué nos dan la espalda, señor?

- ¿Y qué quiere que yo le conteste, si no hay ni techo donde cobijarme tranquilamente para dar una explicación a mi pequeña? ¿Todo ha cambiado tanto que ahora ni el genocidio es penado? ¿Y cómo debo contestar las preguntas de mi niña si mis respuestas también acaban con interrogante? No hay inocencia más sublime que la de un pueblo bombardeado. La voz atrofiada por las explosiones no me deja hablar, y la incomprensión de esta aniquilación me amputa la lengua. Pido tregua, pido tregua, pido tregua, pido tregua, pido tregua, pido tregua, pido tregua. ¿Qué debo explicar si mi niña ya no está? ¿ Señor?''

‘’ Un día una señora muy mayor me explicó un chiste que por lo visto no entendí: hemos venido a este mundo para ser felices, éste es el verdadero objetivo del ser humano’. Me reí y la señora no entendió el motivo de la carcajada que dejé escapar espontáneamente.  Me sorprendió, pero no he tenido tiempo a procesar mentalmente tal reacción. El otro día jugaba en la playa con dos amigos más y nos dispararon. Uno a uno. Tengo hambre.
Me volví a encontrar aquella señora muy mayor y se dispuso a darme una explicación: Supongo que el error es la confianza depositada en la humanidad. Venimos a la vida dispuestas a comernos el mundo y el mundo sufre una epidemia mortal de seres humanos. ¿Pido permiso para vivir?
Mierda! Ahora estoy empapado de sangre. ‘’


Pero ahora ya no están. 

jueves, 3 de julio de 2014

Gioconda.

Me tropecé con uno de sus acordes mientras me dirigía a la facultad. Se podría decir que no lo vi, que lo escuché. Hacía más de treinta años de aquella ruptura emocional, sólo la frustración fue directora de aquella orquestra dolorosa pero esa mañana de octubre volví a catar las notas del pasado. La música tiene esa virtud de, no solamente hacernos recordar, sino volver a sentir, ubicarnos en escenas del pasado que nos hicieron llorar tristezas o reír alegrías.
Estuve toda la mañana distraída, buscando sinfonías donde no había más que aire y canciones donde solamente se expresaban habladurías de jóvenes ilusionados por el porvenir.
Llegué a casa derrotada, únicamente los soldados plastificados para no calar las emociones son capaces de subsistir a las guerras interiores. Yo no soy un soldado.
Fui directamente a la cocina para prepararme una de aquellas infusiones de hierbas aromáticas que me calman los nervios. Los pensamientos ametrallaban mi cerebro y los arrepentimientos disparaban contra mi conciencia. Lié un cigarrillo de los que había comenzado a fumar siendo demasiado joven, los vicios pueden llegar a ser eternos. Fumé y di sorbos intercaladamente para matar la voluntad que me explotaba en el pecho, pero esta no hacía más que aumentar con ansiedad y entonces ocurrió.
Subí al desván regentado por el polvo, todos aquellos trastos parecía que me miraban directamente a los ojos, pidiéndome clemencia y anhelando ser el escogido para volver a ver la luz del sol. Y… ¡la encontré!
Allí estaba vestida con la funda de piel que compré en mi primer viaje a Marrakech. La cogí con la delicadeza suprema con la que se agarran los objetos de alto valor económico, aunque por ella yo no había pagado ni un duro. Me la colgué a la espalda y bajé las escaleras que inexplicablemente aquella tarde no proliferaban ningún crujido.
Me dejé caer en la butaca después de apoyarla cuidadosamente en el suelo. Aún teniéndola tan cerca quería apaciguar aquellas ansias de volverla a abrazar. Sabía que significaba volver a acariciarla con mis dedos: frustración.  No podía volver a caer en la trampa, debía asumir de una vez por todas que aquello no era lo mío, que por eso la vida me había llevado al doctorado en matemáticas y a la docencia numérica en la universidad.
La dejé allí plasmada, delante de mí, yo la observaba intentando descifrar algún tipo de mueca. La miraba fijamente. Ni las agujas del reloj interrumpieron aquella conversación sin palabras de persona perdida y objeto inanimado.  El corazón me latía con fuerza hasta que el temblar de mis piernas me hizo poner en pie. Adiós a la resistencia, ¡la cogí!
La desnudé poco a poco y la rodeé con mis brazos. Peiné sus cuerdas metálicas e hice vibrar una de ellas. Progresivamente las toqué todas, una a una, hasta que me puse a combinar acordes. Frustración. Aquello que recordaba no eran más que errores y ni una sola melodía con sentido resurgía de mis manos. Frustración de nuevo. Me puse a llorar.
Aquel día volvería a esconderla de mí para olvidarme del fracaso para siempre. Como ayer y al otro.  El quiero y no puedo era el único acompañante fiel desde hacía demasiados años.

De una sola cosa estaba segura, nadie sentía la música con tanto dolor como mi persona. Nadie. 

domingo, 18 de mayo de 2014

Augusta

Se miraban fijamente a los ojos hasta que una de ellas tuvo que parpadear; la que tenía el rostro más arrugado por los años. Yo las miraba desde la mesa de enfrente cuestionándome los ‘’por qués’’ de aquella situación entre misteriosa y absurda. No se trataba de un juego, eso estaba claro, aunque la sensación de derrota de la mujer más mayor se evidenció claramente con la inclinación hacia abajo de su mentón.  Hacía veinte minutos que mi taza de café estaba vacía, pero quise amortizar el precio de ésta con vistas a situaciones extrañas. Aparentemente cuotidianas.

 Más allá, cerca de la puerta de entrada, una mujer robusta, redonda y con los mofletes incandescentes, cogía a su perro en brazos, apoyándolo en su vestido floreado y le daba de comer tarta de queso con fresas. Una cucharada para ella, otra para él, una para ella, otra para él… Así sucesivamente hasta que empezó a toser. Uno de los bocados que había dado se le había quedado travesado en el esófago, cosa que no me extrañó debido a la velocidad con que engullía aquellos trozos de queso azucarado. Las mujeres, que aún se miraban fijamente a los ojos, esta vez con los estatus en paralelo, se giraron. La señora que aparte de que se ahogaba llevaba el pelo teñido de naranja y enlacado de la raíz a las puntas, tosía con cada vez más fuerza y menos aire.  Aquellas dos mujeres, solemnes hasta el momento, comenzaron a reír con un alborozo descontrolado, gritando carcajadas y salpicando con la saliva que salía de sus grandes bocas. La señora mayor lo hacía cada vez con más ganas, mientras que la joven, a la que imaginé su hija, intentaba, sin conseguirlo, controlar aquella algarabía.  El perro de la señora empezó a ladrar, no sé si por miedo, o por imitación. Carcajadas, tos, ladridos, carcajadas, tos,  ladridos y yo. Yo que estaba completamente sola delante de aquella unión de escenas que hacía pocos segundos clasificaba por separado mediante la numeración de las mesas.  La mujer pelirroja, con el pelo enlacado, el perro en la falda y los mofletes de fuego, empezó a cambiar de color hasta que su piel se camufló con el queso del pastel y calló. Ahora sólo se respiraban risas y ladridos hasta que las risas pararon en seco poco después de la última entrada de aire de la señora que se acababa de ahogar. El perro lamió la cara de su dueña llevándose enganchado el colorete rojo intenso. Posteriormente salió en busca de ayuda o de un nuevo amo. Ahora únicamente quedábamos aquella madre e hija y yo, y aunque no te lo puedas creer, no nos levantamos. Ahora que por fin había silencio, no nos levantamos. Yo no podía creer la pasividad del momento.  

Por eso marcho sin despedirme, porque aquella mujer no  pudo decir adiós ni a su propio perrito, aunque los grandes trozos de pastel tampoco la hubieran dejado hablar.






- Sí, yo la veía bajar la basura y era una persona completamente normal. Decía buenos días. 

jueves, 15 de mayo de 2014

LLUNA PLENA

Vaig tancar la porta per no sentir més crits. Dormies. Dormies en silenci però cridaves que ja tot s’havia acabat. I ara marxaré, marxaré amb la llum apagada, sense buidar l’armari i amb les ales obertes.

Sóc la Michaella Sphupin i així acaba la meva història.

viernes, 14 de marzo de 2014

Un ventilador.

Quan el vent s’emporta les paraules, jo vaig corrents a agafar-les i no descanso  fins que cadascuna de les lletres és dins el palmell de la meva mà.  

Ser o no ser

Dins aquesta màquina el fum m’ofega mare. No et veig , el fred i aquestes llum blaves m’enceguen. Crits i cops de pal i no puc ni córrer. Mare? I no puc tornar a casa perquè s’ha perdut, m’agradaria convidar-te a sopar. És una llàstima haver de viure aquí; a una fàbrica d’odi i de ràbia. Jo volia no caure i ser artista mama,ho recordes? Eh? Eh? Eh? Te’n recordes? (canvi de to)‘’Vull ser artista, mamita’’ (Riu. Sospira.) Jo també ho recordo. (FOSC)

domingo, 9 de marzo de 2014

PREGÓ 8 de març de 2014. Fora de Text

  
Nosaltres ens vam conèixer com a dones. Com a noies que estimàvem la cultura: el teatre, la pintura, la música, l’escriptura... Nosaltres sempre hem estimat l’art, l’hem estimat com a dones que adoren allò que fan.  Hem tingut l’oportunitat de deixar-nos endur per allò ens mou des de dins, perquè la primera espurna d’estima cap a l’art ens va permetre entendre que podríem arribar fins allà on nosaltres volguéssim. Volem tocar el cel, mullar-nos amb l’aigua dels mars i capbussar-nos dins l’aigua gelada dels rius. Desitgem  trepitjar territoris encara no descoberts i embafar-nos de flaires llunyanes. Ens morim de ganes de viure i descobrir, en certa manera sempre em percebut que ho podíem fer.

Però no només obrim els ulls per allò oníric que ens mou, emprem totes les nostres forces per ampliar la mirada i contemplar amb ràfegues de ràbia, enuig  i tristesa que a la dona se la lliga de peus i mans, se li tapen els ulls i la boca i se l’empeny per un camí involuntari i finalment conformista. Així, callades estem millor, païnt que devem alguna cosa que encara no entenem, donant gràcies per aquest tipus de protecció que ens ofega, atorgant premis, guardons i reconeixement històric  al col·lectiu masculí i obligades a desconèixer i oblidar aquelles dones lluitadores que han fet passos gegants dins la societat, que han escrit, que han creat, descobert i lluitat. Autores, artistes, científiques, metges, mestres i un infinit de noms que encara actualment són substituïts per silenci.


Som conscients d’un passat i un present femení sense somnis, sense fites. Dones que han sigut  i són, únicament, objectes sexuals que cuinen, pareixen i cuiden criatures. Coneixem els testimonis de les nostres àvies i mares que ens recorden una vegada i una altra la nostra fortuna per haver nascut en aquest present i per tenir oportunitats que elles no van tenir. Sabeu? Ens fa llàstima dir que som afortunades, ens fa pena haver de donar gràcies per poder fer allò que desitgem i ens mereixem, no ens dóna la gana agenollar-nos agraïdes a un dret i una necessitat. No donarem les gràcies ni demanarem permís perquè ens volem lliures, perquè ho hem de ser i perquè encara no veiem el final del camí que ens queda per caminar. No donarem un pas enrere per deixar més espai al patriarcat que ens vol tancar dins la cuina i lligar-nos a una escombra.


No donarem explicacions sobre el ‘’perquè’’ de la igualtat sexual; parlen de democràcia països on les dones no poden avançar laboralment ja que els hi està negada l’expectativa laboral . Parlen de democràcia països on les dones cobren menys que qualsevol home per fer la mateixa feina. Parlen d’avanç territoris on les dones són injustament acomiadades per quedar-se embarassades. Parlen de progressisme quan la violència de gènere és vigent entre els carrers de qualsevol ciutat . Parlen d’evolució on el respecte cap als drets sexuals i reproductius de les dones són violats sense cap tipus de compassió i un llarg etcètera que ens posa els pèls de punta. Mirem, no gaire lluny, i veurem dones amb el rostre tapat a quilòmetres de distància d’urnes electorals.  Rebutgem un món dirigit per un sistema patriarcal que ens odia i que ens relleva a viure sota terra.


Com actrius, mai demanarem permís per pujar a un escenari, ni donarem les gràcies a cap déu, i menys encara, a aquest sistema polític que va convertint en cendra tot el fruit cultural del nostre territori. Hem pujat nosaltres, amb el nostre esforç, la nostra coneixença i el nostre talent femení.  Obrint la cremallera de la línia del temps, però, observem afligides que fins l’any 1587 les actrius eren titllades de delinqüents mentre els actors caminaven amb magnificència damunt les taules de fusta. La primera decretació de la llicència que permetia la presència femenina en el món del teatre exigia que aquestes estaven obligades a estar casades i acompanyades dels seus marits durant la representació. Lleis convertides en un joc, on la necessitat, el desig i l’ambició de la dona era legalitzada o castigada aleatòriament, segons el gust dels governants, homes, és clar. Lleis disfressades de benestar social que tallaven les ales de la  capacitat femenina de volar, de viure, de sentir, de pensar i d’expressar per elles mateixes.  Això es traduïa amb llibres,  documents, partitures signades amb pseudònims masculins per poder sortir a la llum.


Estem cansades, fatigades de normes que ens intenten fer caure a un pou fosc per treure’ns les forces de mostrar allò que som. Fuetades, que clarament intenten esmicolar, a fi de comptes, la nostra felicitat . L’orgull per ser dones ha de d’esquivar massa cops donats al nostre col·lectiu.  


Actualment ens trobem dins una carrera constant, perseguides per un bombardeig en contra del nostre cos. Missatges que amenacen amb l’exclusió social, crides antinaturals per eliminar la carn, la nostra carn. Anuncis on quatre noies semi despullades mostren el seu sentiment de culpabilitat per haver ingerit un producte que no és light, fan d’aquesta societat una societat malalta.  Titulen de perfecció la decadència física, les mides corporals associades a alteracions alimentàries. Defineixen la feminitat amb pintallavis, suavitzant del cabell, maquillatge i depilacions làsers, tot això acompanyat d’un cos artificial i esclavitzat per un sistema capitalista que marca els patrons de la nostra existència.


Sembla impossible sortir d’aquest esclavatge físic en que ens trobem, però ara li toca a la nostra generació canviar aquest sistema que va en contra de nosaltres mateixes. Cultivem l’educació de les més petites i els més petits, basant-nos en l’estima cap a nosaltres mateixes, cap el benestar del nostre propi cos i adorar la seva perfecció natural; toquem-lo, acariciem-lo,  mirem-lo reflectit al mirall, descobrim-lo i adonem-nos que això que ens ha regalat la terra és nostre.


I encara no podem acomiadar-nos, hem deixat pel final l’explicació del motiu d’aquest dol que portem carregat sobre l’esquena. Fa ben poc, la notícia sobre la reforma de la llei de l’avortament, ens pesava als ulls en forma de llàgrimes. La ira, el desconcert, la sensació de soledat no deixava indiferent a cadascuna de nosaltres. No volem rebutjar l’oportunitat brindada de parlar cara un públic que té intenció d’escoltar-nos, com a dones i com artistes, cridar ben fort en contra d’aquesta reforma que és sinònim de retrocés, de maltractament, d’empresonament i de tortura cap a les dones d’aquest territori. No acceptarem una llei que ens prohibeix decidir sobre el nostre propi cos, una llei que va en contra del benestar del col·lectiu femení, i per contra, defensa  l’ideal de la moral religiosa. Un govern dependent de l’església , resulta un govern en contra de la dona, perquè no ens enganyem, la presència femenina dins el poder eclesiàstic continua sent impalpable; i nosaltres volem que se’ns vegi, que se’ns escolti.

Les dones ens sentim desemparades amb aquesta dreta que ataca directament la nostra salut, el nostre dret i el nostre paper dins la societat. Tornem trenta anys enrere per tal de poder col·locar a la dona al racó més fosc, allà on no molesti i obeeixi i no estem disposades a passar pel tub. El nostre cos, la nostra vida i la nostra activitat sexual no s’agenollarà davant d’un sistema patriarcal, religiós i feixista. Els motius que porten a la voluntat de ser mare o no ser-ho, formen part de la nostra intimitat, és una decisió personal que els polítics ens volen arrancar de les mans.

Un territori que camina trenta anys enrere per escorçar la llibertat femenina ,  és un territori governat per éssers opressors. Estem en perill, ens veurem obligades a avortar clandestinament en unes condicions pèssimes, a fer de mares quan no volem o no podem, a posar la nostra salut física i mental a la taula de joc dels polítics que ens volen deixar despullades de dignitat.  Però ells callaran, quan les seves dones o les seves filles puguin permetre’s recórrer a un altre país a avortar, mentre la classe mitja i la classe obrera es veurà obligada a posar la seva existència en risc. No es tracta d’una llei, sinó d’una amenaça.
Exigim la retirada immediata de rosaris, religió i política del nostre cos. Parir és un dret i no una imposició. No ens deixem trepitjar, no estem soles. Lluitem per allò essencial; la llibertat femenina per decidir sobre el nostre cos, sobre el nostre úter i la nostra vida. Només nostra. De la pell endins, no entra ni déu.


Estimades dones de Sant Feliu i d’arreu, hi ha un sense fi de motius per seguir parlant de nosaltres. Desitjàvem que els nostres pensaments sortissin del cercle quotidià i ens heu cedit la paraula.

Finalment arribem al punt de tornar a obrir més els ulls per sobrepassar els somnis i allò palpablement tràgic i cercar allò que necessitem fent una excursió fins el cim de la igualtat sexual. No defallim durant el trajecte i avancem conscienciant la societat de la situació real en que ens trobem i acabem així amb la violència de gènere, els prejudicis en contra del nostre cos i parem tots els cops directes a la nostra llibertat i la nostra dignitat. Que la por no ens faci oblidar qui som, recordeu: no estem soles.
Ara, quan arribeu a casa, no oblideu posar-vos davant d’un mirall. Palpeu el vostre rostre amb la punta dels dits, tanqueu els ulls i caveu fins els inicis de la vostra consciència, recopileu els records i sentiu-vos orgulloses; tot això que us vingui al cap, tot el que heu aconseguit, ho heu fet vosaltres. Penseu en aquelles que estimem, en aquelles que ja no estan i feu un somriure. Obriu els ulls i observeu la perfecció i bellesa del vostre cos. Quan us vingui el calfred, agafeu forces, us acabeu de sentir a vosaltres mateixes i ara és hora de lluitar per vosaltres. Per nosaltres.



En contra del patriarcat , ara i sempre. Moltes gràcies.

viernes, 3 de enero de 2014

Buenos días.

A la mañana siguiente Picconesko había salido al balcón sin lavarse la cara con agua tibia y asomó la cabeza para ver si estaba ella. No; sólo el reflejo del estampado de su vestido a juego con el pañuelo que llevaba la noche anterior anudado con gracia en  la cabeza. Se había despertado con el vértigo que producen las camas que quedan  anchas, como los jerséis antiguos encontrados en el desván de la abuela el invierno pasado. Recordó el cálido y estrecho colchón durante la noche anterior, cuando Leopolda aún prefería resguardase entre gemidos y sábanas húmedas. Entró en la habitación con la cabeza alta, esperando encontrar a la altura de su mirada alguna respuesta. Bajó el mentón y allí estaba la solución en forma de papel. Como si de una película romántica se tratara, olió las letras escritas en tita azul con su nombre, y sonrió. Se tocó el cabello para hacer mostrar a un público invisible la contraposición entre la necesidad de abrir la hoja doblada por cuatro partes, y el esperar propio de los caballeros. Abrió los ojos considerando la segunda opción lo demasiado estúpida como para desear desentenderse de ella.  Lo abrió:

‘’- Mira tu espalda amor, los puntos cicatrizarán pronto. ’’


Pero él se preocupó más por el corazón, riñón ya sólo la quedaba uno…