lunes, 3 de noviembre de 2014

Tragedias íntimas de una mujer



He vuelto a casa oliendo a leche de burra. Me imaginé siendo Cleopatra.

He vuelto a casa oliendo a Chanel nº 5. Me imaginé siendo Marilyn Monroe.

Cuando volvía siempre pensaba en olores. Ni un atisbo de color, de forma, de piel con piel, sólo perfumes parisinos o mierda de caballo. Sólo café o pintura esmaltada. Aquello era lo que quedaba de mis idas y venidas, sensaciones vaporosas que no demostraban nada a nadie.

He recorrido medio mundo durante esta media vida ya cargada a mis espaldas y nunca traje conmigo banderas estampadas ni  recetas copiadas a mano; sólo, tal y como le digo, fragancias.

He venido a verle porque durante estos últimos meses ya no detecto ni el olor a cebollas de mi cocina y sin olfato no hay viajes… ¿lo comprende?
Supongo que mis fosas nasales se han ensanchado tanto que los olores pasan de largo.
Nunca sabré, entonces, a qué coño huele Berlín.





No hay comentarios:

Publicar un comentario