He vuelto a casa oliendo a leche de burra. Me imaginé siendo
Cleopatra.
He vuelto a casa oliendo a Chanel nº 5. Me imaginé siendo
Marilyn Monroe.
Cuando volvía siempre pensaba en olores. Ni un atisbo de color,
de forma, de piel con piel, sólo perfumes parisinos o mierda de caballo. Sólo
café o pintura esmaltada. Aquello era lo que quedaba de mis idas y venidas,
sensaciones vaporosas que no demostraban nada a nadie.
He recorrido medio mundo durante esta media vida ya cargada
a mis espaldas y nunca traje conmigo banderas estampadas ni recetas copiadas a mano; sólo, tal y como le
digo, fragancias.
He venido a verle porque durante estos últimos meses ya no
detecto ni el olor a cebollas de mi cocina y sin olfato no hay viajes… ¿lo
comprende?
Supongo que mis fosas nasales se han ensanchado tanto que
los olores pasan de largo.
Nunca sabré, entonces, a qué coño huele Berlín.
No hay comentarios:
Publicar un comentario