martes, 3 de marzo de 2015

La madrugada.

Me gustaría ser tiniebla y no verte bien, ser melancolía para poder buscar algo por la ventana y monja para tenerte prohibido. No hay nada más penoso que desear ser Cupido para lanzarte una de mis flechas y que te enamores de mí. No hay nada más triste pero lo ansío. Crecí queriendo ser pequeña para cruzar la carretera sin soltarme de la mano y seguir introduciendo mi camiseta interior en el rincón más recóndito de mis bragas para no pasar frío. Ahora quiero ser lágrima para confundirme con el agua del mar y calma para no perder los nervios. Y ahora quiero ser tú, y tú y más tarde tú, el que está sentado allí, al fondo. Anhelo ser mediodía para no empezar ni acabar o coleccionista de objetos inanimados en vez de recolectora de estas palabras que cada día me vuelven más loca. Las palabras tienen demasiada vida. 

Me urge tanto el camino fácil que hasta me olvido que las piedras también quieren hacer el amor.  
Quizás no sepa caminar recto, no estaré hecha para eso.


¿Me estás mirando a los ojos?