Fue extraño al conocerla; un lugar nuevo que se convertiría
en nuestro hogar de día, sin saber que
acabaríamos deseándonos las buenas noches a través de la Luna. La Luna, nuestra Luna, la que habíamos decidido
compartir y habíamos convertido a
nuestro antojo en el espejo que permitía que nos pudiéramos ver antes de
dormir. Se me presentó con una camisa floreada que exhalaba el perfume que
describía el aire que la envolvía y esa cara maquillada que escondía las líneas
de su rostro que todos queríamos ver al natural. Como el yogur sin azúcar, ni
trozos de frutas ni cualquier otro edulcorante que modifique el sabor.
Queríamos conocer su sabor y su olor a jazmín que no marchita nunca, ahora lo
entiendo. Y ese pelo que solo podía ser suyo porque para peinar esas ideas
debía ser así. Debe ser así. Con esa fuerza y esa locura que la hacen ser ella,
sólo ella. Y esos ojitos verdes de río sin contaminar y de agua fría en medio
de un bosque de hadas vestidas con faldas estrechas. Esos ojos que parecían
imponer el silencio desde lejos pero eran tan tiernos al acercarte a ellos que
te venía el hambre, hambre de dulce y de caliente, de dormir delante de una
chimenea con una copita de vino. Y
entonces sonrió y el mundo se quedó helado mirando las carcajadas dibujadas en
el ambiente con rotulador permanente, de color verde, como siempre, como sus
ojitos de bosque y de río. ¿Y ahora es cuándo se supone que tengo que admitir
que me enamoré de ella? Es fácil. Le he dicho infinitas veces que la amo e
incluso me lloran los ojos cuando la veo después de un tiempo aparentemente
largo. Un tiempo que siempre me regala segundos y minutos para acordarme de
ella, de que no está conmigo y que de que tengo ganas de verla. Y ella siempre
se abrirá camino entre el resto de personas amontonadas para respirar, porque
ella nunca permitirá que la ahoguen, aunque la fuerza a veces se le escabulla
entre las lágrimas, siempre estaré para recordarle que el mundo la necesita a
ella, a su arte y a sus ganas de vivir.
Visc en un món on han imposat la por, la desesperació, la gana i la tremolor. On les llengües es diuen violència i la defensa és l'única manera de sobreviure. Visc en un món on la dictadura mai és morta i els diners s'han convertit en l'oxigen que respirem. Un món on les guerres imperen per tots els carrerons i la lluita queda ofegada a cops... Visc en un món que m'ha robat la confiança i la tranquil•litat. Un món que m'avergonyeix i em fa sentir culpable...
Un cor. El meu.
ResponderEliminarMe'l guardo per sempre.
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